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Viernes

Y hoy saldrás de trabajar más temprano que de costumbre, sediento de sexo y alcohol, y cuando sean las 8:00 estarás más arrecho y borracho que siempre, querrás seguir levantando y tomando, y seis horas después, cuando la zorra de turno esté lista y abierta, tu colgajo viril no sabrá responder a una violación mimetizada entre rocas y whiskey. Entonces lo mejor que te puede pasar es que aparezca otro violador abrupto, te amarre y te corte las muñecas, y te obligue a ver como él sí termina lo que tu fuiste incapaz de comenzar.

Desgraciado hijueputa.

Leche en polvo

-Señor, ¿puede ponerme atención un minuto? Le juro que no le voy a pedir plata.

Veo al tipo de soslayo, con una sudadera sospechosamente verde y un inmovilizador de cuello color piel, algo suelto y también sospechosamente mal puesto.

-Sí, claro, dígame.

-He sido maltratado, mire los moretones que tengo en el tobillo. Yo, le repito, no quiero plata. Lo único que necesito es una bolsa de leche.

-Lo siento amigo, no tengo, lo siento de verdad.

Veo su tobillo sucio, y apenas puedo distinguir los moretones de las costras de mugre que ya se adueñaron, como sanguijuelas, de su piel.

-Entonces compléteme lo de la leche, tengo 800 pesos, deme 600…

Me detengo a pensar que hasta los mendigos se han vuelto burgueses. Una bolsa de leche cuesta, en efecto, 1.400 pesos. Pero si es marca La Alquería. Existen bolsas de leche mucho más baratas -pienso-, y que podría conseguir por el mismo valor que dice tener.

No tengo, ya le dije. Discúlpeme. Tal vez en una próxima oportunidad…

-Mentiras…

Lo volteo a ver. Dudo por un instante lo que creo haber acabado de escuchar, y sigue:

-¡Mentiroso!

Su cara está encendida por el odio. Yo, con una actitud socarrona y y pausada, le contesto:

-El mentiroso es usted. ¿No que no me iba a pedir dinero?

-Cuántas veces ha puesto usted el pecho por Colombia? -me pregunta en tono airado-.

-Muchas, muchísimas, demasiadas -le respondo con fastidio pero guardando la compostura-.

-¿Y cuántos balazos ha recibido?

-Más de veinte, todos en la cabeza, y heme aquí.

-¡Gonorrea hijueputa! ¡Mentiroso malparido! ¡Si quiere yo le doy un balazo para que vea qué se siente!

Entro a la portería de mi oficina y el portero, al cerrar la puerta, hace que los insultos desaparezcan. El vidrio velado solo me deja apreciar una boca sucia gritando insultos que ya no puedo escuchar. Me pregunta que qué fue lo que pasó y le contesto que nada, que el mendigo simplemente decidió insultarme porque no le di dinero.

Decido ir hacia la cafetería. Me sirvo una taza de tinto. Pienso que si tuviera un poco de leche, sabría mucho mejor. Pero no hay. Entonces cojo tres sobres de InstaCrem, las sirvo en el humeante café y me pongo a revolver y a revolver.Entonces decido que, de ahora en adelante, caminaré con varios sobres de esos en mis bolsillos. La próxima vez que me pidan una bolsa de leche en la calle, les daré tres de InstaCrem. Así me ahorraré algunos insultos y mejoraré su estado de salud (“una taza de tinto preparado con una porción de InstaCrem cuenta con menos grasa y calorías que una taza de tinto preparado con leche entera”).

Mendigos ignorantes.